7 claves para el futuro de la educación
El futuro de la educación es uno de esos temas que suscitan debates interminables y discusiones encendidas, y donde cada persona tiene su particular opinión. Puede que incluso corramos el riesgo de que el futuro nos alcance mientras nosotros seguimos intentando ponernos de acuerdo sobre el tema.
Así que tratar de definir cómo debe ser la educación del mañana es una aventura arriesgada, pero al menos podemos señalar siete propuestas que, a nuestro juicio, deberían guiar este viaje
1. Fomentar la curiosidad y el interés en los estudiantes. Cualquier educación que no consiga motivar a quienes la reciben está destinada al fracaso, más tarde o más temprano. Por muchos planes que se diseñen o por mucho presupuesto del que se disponga, si el estudiante no está interesado en aprender, no lo hará. Tal vez lo que se señala en los puntos siguientes pueda contribuir a mejorar esa motivación.
2. Personalizar la enseñanza. Cada persona tiene sus propios intereses, sus habilidades particulares, sus debilidades o carencias, su carácter, su contexto familiar, su inteligencia, su ritmo de aprendizaje, sus afectos y sus odios, etc. Pretender que todos aprendamos lo mismo, de la misma forma y exactamente al mismo ritmo, puede conducir a frustraciones, fracaso escolar, lagunas formativas o simple desinterés. Salman Khan o Ken Robinson han tratado estos temas en conferencias memorables.
3. Preservar y fomentar la creatividad. Casi se ha convertido en un lugar común, pero lleva años repitiéndose el mantra de que las escuelas matan la creatividad. Y es que si la creatividad siempre ha sido importante, cada vez lo será más en un mundo donde la tecnología y la robótica van haciendo desaparecer los trabajos más repetitivos y menos cualificados. Sin duda alguna, las habilidades más valoradas pasarán a ser las vinculadas a lo creativo, sea la resolución de problemas complejos, el diseño de nuevos productos, el desarrollo de software, el análisis cualitativo de datos, la toma de decisiones, el marketing, etc.
4. Aprender durante toda la vida. Creo que es evidente que aquello de estudiar hasta los veintipocos años y no volver a hacerlo nunca más es ya una cosa del pasado. El vertiginoso avance de la tecnología en un mundo que cada vez cambia más rápido implica que debemos seguir aprendiendo y actualizándonos durante toda la vida. El que no lo haga corre el riesgo de quedarse atrás definitivamente, no conseguir el trabajo deseado o sentirse completamente al margen de la sociedad. Afortunadamente, la tecnología está facilitando enormemente este aspecto, permitiéndonos acceder a una formación de calidad de forma gratuita, a través de MOOCs, webs de aprendizaje de idiomas, innumerables apps educativas, etc.
5. Diseñar nuestra propia educación. Este sería un paso más en la personalización del aprendizaje, de modo que cada vez más nos hagamos responsables de diseñar nuestro plan de aprendizaje personal. También aquí las nuevas iniciativas en educación (como Coursera, EdX, Udemy, Udacity y similares) ponen a nuestro alcance la configuración de un itinerario educativo único, adaptado a nuestras necesidades, intereses y objetivos.
6. Compatibilizar la enseñanza de contenidos con la de habilidades. Como dijo Margaret Mead, “a los niños se les debe enseñar cómo pensar, no qué pensar”. Aquello de aprenderse la lista de los reyes godos o los ríos de Europa nos parece ahora un polvoriento vestigio del pasado, cuando podemos consultar esa información en tan solo unos segundos en nuestro teléfono. Ello no quiere decir que debamos eliminar el aprendizaje de contenidos, pero sí enfatizar la adquisición de habilidades, la búsqueda de información, el conocimiento de los mecanismos del aprendizaje y la aplicación de los conocimientos adquiridos; en definitiva, aprender a aprender.
7. La enseñanza de la felicidad. Quizás pueda sonar un poco ñoño, pero no deberíamos olvidarnos de proporcionar a cada persona unas determinadas herramientas o conocimientos que le ayuden a ser más feliz a lo largo de su vida; todo lo demás sería superfluo si viviésemos sumidos en la tristeza o la desesperación. De este modo, sería muy beneficioso estudiar los mecanismos psicológicos que están detrás de nuestros estados de ánimo, descubrir herramientas para lidiar con la frustración o para conservar la motivación, desarrollar nuestras habilidades sociales, etc. Y es que, como decía Sartre, “felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace”.
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